Algunos universitarios inquietos se entrenaron en el uso de
las computadoras en sus cursos, auxiliados con numerosos lenguajes
de programación, entre los que destacaba señaladamente BASIC. En el medio
extrauniversitario enfrentaron un ambiente en el que las
computadoras estaban fuera de su alcance, tanto por sus precios
como por las formas limitantes de administración y control
del uso de los equipos.
Las computadoras alcanzaban precios de diez mil a varios
millones de dólares. Al usuario se le cuantificaba -para así
cobrarle- el tiempo del procesador central, el tiempo de terminal,
la cantidad de líneas impresas, el uso del
espacio en disco y hasta por almacenar sus tarjetas y cintas
magnéticas.
Un centro donde se sublima esta inquietud, es la bahía de San
Francisco en California, en donde se acuña la consigna: ``producir mi
propia computadora'' (aunque no sirva). En este contexto,
aparecen personalidades como Ted Nelson, un fuerte y a veces irracional impugnador de las
políticas de servicio de IBM, Steve Wozniak, Steven Jobs y Lee Felsenstein, entre otros que se enamoran de esta idea y trabajaron para lograrla.
Este propósito no se hubiese consumado sin el acceso a los
novedosos y relativamente baratos microprocesadores.
Un incidente tecnológico-comercial catalizó la disponibilidad
del 8080. La historia refiere que la Datapoint, una empresa fabricante de
equipo periférico para computadoras, solicitó a Intel y a la TI
la elaboración de circuitos de propósito específico con el afán de
mejorar y abaratar la fabricación de sus terminales de video. Por otra parte, una empresa japonesa productora de calculadoras electrónicas, suscribió una petición similar, también con el propósito de simplificar su línea de producción.
La TI no atendió la solicitud, pero por su parte, Intel
elaboró, con el diseño de Ted Hoff, el 8080, que resultó ser un circuito de
propósito general demasiado flexible y elegante, que desde el
punto de vista de la lógica y las matemáticas, resultó completo.
El 8080 resultó ser una arquitectura clásica como lo fueron
las computadoras PDP-8 y PDP-11, fue demasiado general para las necesidades
específicas de Datapoint y paradójicamente, demasiado lento: la velocidad de operación no resultó apropiada para realizar el despliegue de la pantalla de acuerdo con los estándares comerciales y por ésto, fue rechazado por Datapoint.
Este excelente circuito no se comercializó con los propósitos
iniciales por lo que Intel lo promovió al mejor postor. Como el circuito
no fue resultado de un proyecto militar específico, en este
ámbito tampoco llamó la atención sobre sus posibilidades. El
mercado que mayor impacto recibió por sus bajos costos, fue el civil.
El inesperado éxito en las ventas permitió a Intel reducir
el precio original de 600 dólares a 100 dólares y posteriormente
a 25 dólares. Sobra decir que quienes lo compraron estaban en la posibilidad de construir su propia computadora. Aquí inciden los anhelos y la creatividad de aquellas personalidades inquietas, que de inmediato percibieron
las posibilidades y estimulados más por éstas que por los
primeros resultados, trabajaron en forma decidida hasta consumar
su ambición.