La interrogante acerca de si las computadoras pueden pensar, constituye uno de los temas más apasionantes de la ciencia cuyo interés crece en la medida en que se registran mayores avances en el perfeccionamiento de los instrumentos de la computación.
Existe mucha polémica al respecto, en buena medida la dificultad para arribar a una conclusión depende del grado de claridad que se tenga en relación con los procesos del pensamiento. En la búsqueda de esta claridad, la humanidad desde tiempos inmemoriales ha destinado no pocos esfuerzos.
Con los trabajos de los griegos clásicos, no sólo se busca
establecer los fundamentos de la geometría (Euclides), sino
también poner de relieve las formas del pensamiento (Aristóteles
y Platón).
Las preocupaciones que sobre el pensamiento ocuparon a los
antiguos, se extienden a lo largo de la historia hasta nuestros días.
El propio Rene Descartes y Gottfried W. Leibniz mostraron el poder del álgebra para simbolizar e incluso mecanizar la geometría.
Más tarde George Boole y Augustus DeMorgan en sendos trabajos aportaron
nuevos simbolismos algebraicos, ahora aplicables a los procedimientos lógicos.
En particular, Boole estaba convencido de que la simbolización del
lenguaje vigorizaría la lógica.
Como contribución a esta empresa, otros pensadores intentaron
unificar las formas del razonamiento con la lógica y los procesos
computacionales, sin intentar hacer prevalecer a ninguno de
ellos.
Así tenemos que Bertrand Russell y Alfred North Whithead,
en su obra monumental Principia Mathematica recopilaron y examinaron
exhaustivamente las matemáticas en un intento por articularla bajo el
principio del álgebra de Boole.
Así, como los griegos clásicos lo hicieron con la geometría,
Russell y Whitehead intentaron sustentar la matemática sobre principios
matemáticos, y de esta manera, imprimirle una estructura de su propia
naturaleza. Aunque hoy sabemos que esto no es posible, sus trabajos
permitieron identificar que una parte considerable de las matemáticas
se pueden construir a partir del manejo mecánico de los símbolos.
Por su parte, David Hilbert -quién fue el promotor de la idea
de buscar la coherencia de las matemáticas- en 1926 establecía que ``en
esencia, el objeto del pensamiento matemático, son los símbolos en sí
mismos. Estos símbolos no pueden ser considerados más tiempo como
simples idealizaciones de los objetos físicos''.
El continuo desarrollo de estas ideas permitió a A. Church,
elaborar su teoría de las funciones recursivas, en la que,
reformuló el concepto de algoritmo; a E. L. Post por su sistema de
producciones. En tanto que Alan M. Turing elaboraba sus modelos matemáticos recurriendo
a analogías mecánicas. Markov formulaba la teoría de los algoritmos
que llevan su nombre, y Kurt Gödel su esquema aritmético acerca del problema
de la coherencia de los sistemas formales.
Cada uno de ellos, no obstante haber escogido perspectivas diferentes en
sus análisis, arribó a resultados equivalentes.